martes, 17 de noviembre de 2009

Sincero


Hola mi Amor.

Hoy te escribo esta carta, desconozco si como bienvenida o como despedida, como pañuelo o como la alegría que puede desentrañar mis palabras.
Y te escribo esta carta, porque aunque pudiera resultar cobarde, siempre pensé que mi texto escrito funciona como la mente de mi corazón.
Te prometí esperarte, y mi corazón te espera.
Te prometí amarte, y resulté estar enamorado.
Y creí que tu también de mi estabas enamorada, y eramos dos párvulos sonriendo tras haber recibido el mayor regalo, la ilusión.
Descubres que me quieres, pero no me amas. Mientras yo en silencio recurro mi alma a un destino cruel y aterrador, la soledad.
La distancia es el olvido, y sin embargo yo en mis sueños te veo, en el aire que respiro te huelo, y en mis pensamientos tu figura nunca deja de abordar mi ánima cansada, pero soy consecuente con mi destino, y si en tu felicidad está mi destierro, yo desaparezco y cumplo mi propia condena, que te alejes de mi.
Mientras, descansas en los brazos de otro hombre con la mirada sombría, con la mirada cansada, y te preguntas y nos comparas, a la vez que tu mente guía a tu corazón. Pero mi corazón late tan deprisa que mi mente es incapaz de ver la razón, y por eso estoy enamorado. Tengo un mundo idílico formado, en el que solos tu y yo, las estrellas, y la luna acompañan el cántico adoptado, nuestra canción. No existen problemas, dudas o preocupaciones, no existen razones, tan solo existimos tu, yo y nuestro amor.
Y sé que es loco pensar en ese amor, y más en los tiempos que nos aguardan.
Sé que es estúpido creer en un amor desechado entre los escombros sociales.
Sé que estoy completamente loco por creer que eres mi princesa y yo tu caballero, que somos almas gémelas que aguardan el hado, que nacimos como dos lineas paralelas y en el infinito nos encontraremos, pero eso es lo que mis tristes y ahogados ojos pueden ahora mismo ver.
Contemplo estupefacto las bellezas de nuestro reino y mis ojos nunca dejan de mirarte.
Contemplo asombrado el brillo que el sol se refleja en el rocio por la mañana de un día de invierno, y solo puedo mirar tu cuerpo.
Observo ilusionado un mar de estrellas que inundan a millones el firmamento formando un tapiz negro y blanco, y tan solo puedo pensar en besarte.
Me pediste tiempo, y te regale la eternidad, pero si de mi enamorada estas.
Me pediste paciencia, e intenté concederte mi mayor don, la tranquilidad.
Me pediste que te quisiera, y me pierdo en un mar de lagrimas por el triste hecho de pensar que no estas.
Con estas palabras me despido, mi amada, mi luna, mi estrella. Elegí mi destino y te elegí a ti, ahora tu eres dueña de elegir si el tiempo que nos ha sido concedido es aquel por el que tenemos que luchar, si es el tren que debemos subir, o simplemente es el adiós el ejecutor quien nos deba doblegar.

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