viernes, 26 de septiembre de 2008

Pasión

Estío en la noche. Un clima estival. El calor se cernía sobre nuestros cuerpos, y nuestros cuerpos emanaban el calor. 100ºC. La ebullición nacía de nuestros ojos, y quemaba como lava de volcán todo aquello que se encontraba a nuestro paso.No hacía ni cinco horas que nos conocíamos, pero nuestros corazones se habían unido en sintonía perfecta sin mediar más palabra que los gemidos de placer que se afectaban en los poros de nuestro propio cuerpo.Habíamos bailado el son de la música, hubimos compartido el néctar en forma de líquido, whiskey, y ahora nos encontrábamos juntos, en la playa. El reflejo de la luna bañaba nuestros pies descalzos, y yo me situé a tu espalda mientras mis fuertes brazos rodeaban tu cuerpo.El tiempo se detuvo, el cielo se congeló, y la imagen que nacía entre las miradas ajenas nos volvió invisibles para el resto del mundo. Mis manos sentían tus brazos, y de tus palabras solo salía la misma frase una y otra vez...paraíso. Sin duda no faltaba parte de razón en tus palabras, pues nunca antes había abrazado un ángel en toda su plenitud.Su piel morena, su cuerpo perfecto, sus ojos grandes y marrones, armonía para los sentidos, música para mis oídos, decisión final para poder amar. Sus encantos intrínsecos a si mismos, la belleza esculpida en propia belleza.Llevaba un vestido blanco, estilo ibicenco, y un tanga a juego con un pequeño bordado con forma de corazón. Ella se levantó de entre mis brazos, y el reflejo de la luna ofrecía la divinidad que emanaba. Sin mirar hacia atrás, como sabiendo que podría convertirse en estatua de sal si así lo hiciera, movió con súbito cuidado los tirantes y el vestido cayó a la arena.Quise ser vestido para acariciar su cuerpo. La historia se repitió con el sostén que portaba.Y yo quise ser sostén.Y ya por último y como si guardara un inconfesable secreto, como si toda la verdad de la creación se consternara en un mismo acto, quitó su tanga con la belleza del lago de los cisnes. Sus brazos en ese momento se cruzaron sosteniéndose sobre sus hombros, y con la maestría de una modelo, siendo la luz de la luna, su pasarela, se dispuso a caminar hacia el mar, entrando en el crepúsculo lunar, sin que el agua se disipara ante sus movimientos.Nadaba lentamente mientras mis ojos lo hacían junto a ella.Yo me dispuse a entrar, desnude mi cuerpo y ande. El agua estaba fría, cambiando su temperatura mientras me acercaba a ella, y ya por fin, nuestros cuerpos se unieron.Ella me abrazo, y yo a ella. Nos besamos en un primer instante. El agua del mar caía por nuestros rostros, pero solo sentía la humedad de sus labios.Ella mordió mi labio superior haciendo sentir como el dolor se entonaba en pasión, y nuestras lenguas iniciaron un poderoso combate por el mero placer como único trofeo. Mis manos acariciaban su espalda, y las suyas clavaban sus uñas dibujando en la mía un corazón.Desconozco cuanto tiempo pasó.Su miraba se clavaba en la luna, y yo besaba lentamente su cuello, ella agarraba con fuerza mi cabello y estiraba de él, mientras entonaba un cántico hedónico. Y yo no cesaba en mi deseo de besar cada poro de su cuerpo. Mis manos sujetaron sus turgentes pechos, firmes y tersos como la espuma del mar. Hermosos como las olas que acariciaban el vaivén ajetreado de nuestros densos movimientos.Tus manos sobre mi pecho dibujaban los músculos que en el se encuentran, y con humildes movimientos terminaron en el final de mi abdominal inferior. Gozo y más placer, ambrosía de dioses y para los dioses.Finalmente nuestras piernas se entrelazaron y sentimos el calor que emanaba de nuestros cuerpos, una y otra vez. Yacían los besos sobre los besos, y nuestros cuerpos acompañaban la poesía de súbitos alzamientos que sobre mis brazos y cuerpo tu realizabas.Desconozco cuanto tiempo pasó, puesto que las horas se volvieron segundos a tu lado. El frío del agua se convirtió en calor de mar.Y los dos satisfechos entre orgasmos de placer llegamos nuevamente a la orilla, cogidos de la mano mientras una leve sonrisa nacía entre nuestras mejillas, extenuados, ligeramente agotados esperamos que el primer haz de luz solar nos viniera a visitar. Como dos amantes. Pudimos decir te quiero, pero el silencio fue cómplice de nuestro deseo.Una última mirada pensó si te volvería a ver, y así tu hiciste lo mismo, y como si una magia imposible de remediar cortase el tiempo, sabíamos que esa noche, perfecta y sin problemas sería la última en la que nuestros cuerpos se desearan otra vez.No hubo adiós, yo volví a mi tierra, y en ella miré cada día a la luna pensando en el mar, y en ti.

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