martes, 24 de junio de 2008

Origen

Marcar el presente con una incógnita es marcar la pauta de una vida que se aleja en el tiempo.
Escuchar el silencio, y dibujar los sentidos es el arte que la vida utiliza para combinar nuestro pasado con nuestro futuro, tan perdido, que es complicado vivir el presente con la incógnita indomita de la propia existencia.
Es entonces, y solo entonces, cuando dos gemelos nacen de las fauces del estio, creando el estigma de la dolorosa existencia que precede al presente que nuestro hado nos permite solventar.
Naturaleza es la madre que rige nuestro camino, álveo de nuestra vida, que según escritores pasados es paralelismo perfecto, pues "nuestras vidas son los rios que van a dar a la mar".
No sentir el amor propio de una madre, meretriz de muchos, es dar espalda a nuestra propia natura, con la premura del primer amanecer y el último segundo del anochecer.
Simplismo es la vida que tenemos, simplicidad adjetivo perfecto, reducto de problemas e inicio de la alegría presente en el rostro de un recien nacido que admira con dulzura todas las cosas que le rodean. Si siente dolor, llorará, si siente alegría sonreirá, sin preocupación, sin temor, puesto que en todas las nimiedades encuentra la pureza propia de su ser. La perfección.
Pero el cauce continúa sin detenerse, y lo que un día fuese la novedad grata, descubrimiento universal y primerizo de la sonrisa; hoy a día de hoy, se convierte en el latente sufrimiento por los sentimientos otorgados en nuestra propia emisiva.
¿Por qué no regresar a nuestro origen? Seguramente el rio no se detiene hasta que llega a su final, pero nuestra memoria, escasa imaginativa de nuestra relación, olvida que el agua una vez nacida de las nubes, continúa su camino hasta desembocar en el mar. Recordar que un día la ilusión de la simplicidad de las cosas fue la primicia de una existencia, es motivo suficiente para amar a nuestra madre, y sonreir con el último hálito de la luna, y el primer respiro del sol.

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