viernes, 30 de mayo de 2008

Caer al vacio

Caigo al vacio. Ese sueño se presenta en mi mente cada noche desde hace varios años.
Caigo, y vuelvo a caer sin llegar nunca hasta su fin, sin lograr ver que se esconde tras la caída, y si mi corazón resistiría tal impacto o preferiría terminar antes con su vida para que el dolor sea paliado. Y vuelvo a caer en el vacio.
Mis sábanas se encuentras mojadas, el sudor resbala por cada de uno de los milimetros de mi cuerpo, mi ánima anhela el sueño, porque el sueño representa la parte de mi realidad. Caer una y otra vez, y levantarse cada mañana que llega con los ojos hinchados y el cerebro magullado por la hambruna del descanso.
Mis piernas alimentadas de los impulsos cotidianos, mis brazos carente de sensibilidad, mi cuerpo pendiente de la llegada de la noche, y mi triste alivio sentir el aire que roza cada parte de mi ser, mi llegada, el vacio que cada noche se produce en el sueño mientras permanezco en él.
Mi pulso frenético; mi cuerpo, agotado. Caigo al vacio, y el vacio conforma la felicidad de mi ser.

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