viernes, 23 de mayo de 2008

NOCHE

Deben ser las 04.00 a.m de un día cualquiera.
El silencio provocado por la noche es paliado por la música ensordecedora del bar en el que me encuentro. Rítmica o arritímica según los oídos de los que allí se encuentran presentes. El humo incentiva cada uno de mis sentidos, y el alcohol prima en cada rincón del lugar. Gentes conversan entre ellos, parejas se besan, otros aturdidos en su estado etílico giran en torno a los demás, y un sinfín de situaciones que jamás se crearían durante el día se dan lentamente por la noche y en aquel bar.
Deben ser las 04.30 a.m de un día cualquiera.
Tras observar lentamente el mundo que circuncida a mi alrededor, sigo observando el espectáculo dantesco que ofrece la noche, paliativo de verguenza, la gente extrae la parte más humillante de su ser para compartirla con los demás. Mientras algunos se rien, otros, estupefactos comentan la jugada y otros acompañan el ridículo compartiendo su estado etílico con el nucleo de las risas de los contendientes.
Deben ser las 05.00 a.m de un día cualquiera.
Mis sentidos se merman lentamente, el humo impide la nitidez de mi mirada, y el alcohol que fluctúa por mi sangre me hace ligeramente más ligero a la vez que parco en mis palabras. Mis papilas gustativas pierden su tacto con el tabaco, y la música impide que la conversación sea clara y concisa. En la lejanía una chica me observa, la miro lentamente y nuestras ojos se funden en su nexo de unión.
Deben ser las 06.00 a.m de un día cualquiera.
El nexo de unión continúa vigente, nuestras miradas siguen unidas, y ambos sabemos lo que queremos. El deseo de sus ojos no es diferente del mio, lascivo y reiterao a cada segundo que pasa. Me acerco a ella lentamente, sin más preámbulo, sin conocerla de nada, sin saber siquiera cual es su nombre. El nerviosismo se hace latente a cada paso que doy y nuestras miradas no quieren perderse ni un insante.
- ¿te vas?.- Interroga ella.
- Si, estoy cansado.- Refiere mi voz.
- Descansa entonces.
- Gracias.
Un beso nace entre la mejilla y los labios, mientras sin palabras nos decimos adios.
Deben ser las 06.05 a.m de un día cualquiera.
La magia de la noche dormita nuevamente con la llegada de un nuevo día.

2 comentarios:

El extraño desconocido dijo...

Ole!
genialmente escrito, si senyor.

Romu dijo...

muchas gracias.