miércoles, 8 de abril de 2009

ESPERANZA


Su cuerpo se pegaba a la roca, mientras miraba hacia abajo con aire sereno aunque completamente nervioso. No sabía que dirección tomar, no sabía cual era el camino a seguir, y dubitativa preparaba el siguiente paso para realizar.
Estaría a quince metros de altura, suficiente como para que el miedo hiciera su aparición estelar, y mientras, su pierna derecha vibraba al unísono con el resto de su cuerpo anunciando la inseguridad que se cernía sobre su mente.
Un escalador y su mente quedan en blanco cuando un extraño sentimiento rige sus acciones.
Un escalador y su compañero de cordada son uno en el momento que cabe la posibilidad de caer, y pese a que puedes seguirlo con la mirada, parece por un momento que tus ojos únicamente pueden ver los latidos de tu propio corazón.
Tras los segundos dubitativos ante los movimientos a realizar, una fe ciega nace nuevamente de su entorno y el ascenso hacia la cumbre sigue.
Tras esos segundos, en realidad varias horas, un fuerte aleteo provinente de las alas de algún gran pájaro ensordece el ambiente. Los latidos que antes se oían quedan blancos ante el estruendo producido. Una nueva duda surge, ¿a qué distancia estaré del suelo?, ¿cuan cerca queda el águila o buitre que recorre estos lares que habito por unos instantes?
Miras hacia abajo, y todo se ve de un tamaño pequeño, aproximadamente cien metros te separen del suelo, aunque sea imposible calcularlos con los ojos.
El sudor de un día caluroso entra en tus ojos produciendo un suspicaz dolor y molestia, tratas de encontrar un buen lugar donde descansar, pero no lo hay, esa sección de pared, es complicada y apenas puedes parar para secar el sudor. La duda que nunca deja de aparecer rige nuevamente tus sentidos, podría caer y asumir el riesgo, pero entonces no completaría el logro como lo había previsto. Los pies le duelen, sus zapatos le apretan demasiado para que sean efectivos y ya no sé cuanto tiempo lleva escalando esta pared.
Quiero volver a bajar, pero si así lo hiciera, en el mismo instante que estuviera abajo, una fuerza me haría volver a subir.
En la lejanía el sol decrece en el horizonte, no puede caer la noche, sino no podré subir, y tampoco bajar, lo que hace apresurar en la medida de lo posible las acciones a realizar. Con la premura, los errores. Con la velocidad la posibilidad de caer aumenta considerablemente, pero aún así, sin luz con la que poder escalar la hazaña se convertirá en derrota y un vacío en ella se incrementará. Al final.Llegas a la cumbre y ante ti, se abre el mayor espectáculo de luces y colores que jamás otra persona podrá divisar. Tus antebrazos están agotados, tus piernas y tu mente extasiadas pero aún todo ello un albor se esboza en risa cuando piensas en la hazaña que acabas de conseguir. Con tus manos desnudas has encumbrado cima en lo alto de una montaña, con tus manos desnudas has alcanzado lo que pocas personas habían hecho antes, con tus manos desnudas y con un aire súbito de satisfacción emprendes el camino hacia abajo esperando llegar a lo que ahora tus propios ojos pueden ver.

6 comentarios:

Mª Teresa Sánchez Martín dijo...

Es un relato muy descriptivo que transporta al lector al lugar y a a esas sensaciones tan bien expresadas.
Estaba sintiendo el vértigo, el cansancio, el miedo y la ansiedad de alcanzar la cumbre.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Un saludo

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Atentamente,

El Gato Negro

HARGOS dijo...

mi querido amigo cuanto tiempo ,me alegra volver a disfrutar de tus escritos ,un saludo fuerte

Silvia Giordano dijo...

Un relato especialmente lleno de imágenes y sensaciones. Muy bueno. Saludos!

Melancholia dijo...

jo me debí quedar tan atonyada que ni comente en todo caso tienes una capacidad para la descripción casi mágico :)

JoseQ dijo...

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